Jóvenes de San Blas aprenden a detectar y acompañar las emociones en la época del Covid
Cuando quedan apenas unas semanas para cumplirse el primer año desde el estallido de una pandemia, que cuestionó nuestra vida tal y como la conocíamos hasta el momento, son muchas las noticias y los datos sobre las posibles consecuencias de la crisis sanitaria y económica que vamos a experimentar a nivel nacional y doméstico. Sin embargo, es mucho menor el análisis de las consecuencias emocionales que podemos estar experimentando a nivel personal durante estos meses.
Desde un estudio de UNICEF, empiezan a dar algunos datos al respecto: “El 73% de la juventud ha sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental». Pese a lo anterior, el 40% no pidió ayuda”. “El 46% reporta tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba”. “El 27% reportó sentir ansiedad y el 15% depresión en los últimos siete días”.
Mejorando las emociones de la pandemia
Es por esto, que con el grupo de jóvenes de La Rueca Asociación, dentro del programa CaixaProinfancia, hemos querido profundizar en las viejas emociones de la nueva normalidad: miedo, rabia, incertidumbre, soledad… Matizadas ahora en un “miedo al contagio, rabia e impotencia por sentir que es poco lo que podemos hacer para cambiarlo, la incertidumbre de no saber qué pasará ni cuándo pasará, sensación de aislamiento y soledad por las restricciones…”
Queremos que sea posible comprender, expresar y regular aquello que nos atraviesa en casa, en el colegio, cuando salimos a la calle. Para poder afrontar todos los retos y situaciones excepcionales que tenemos encima, adquiriendo nuevas competencias personales para la vida y el bienestar emocional.
Para ello nos hemos apoyado en herramientas artísticas como la pintura, la fotografía y la escultura. Esto nos ha ayudado a identificar y compartir lo que sentimos, desde otros lugares, desenredando los hilos del monstruo de los colores para darle una forma concreta que nos facilite nombrarlo, dimensionarlo y ver qué podemos hacer con ello. En el desarrollo de estas dinámicas se van encontrando compañeras que están pasando por situaciones similares. Eso hace que una experiencia personal se convierta en una experiencia colectiva, con todo el poder que eso conlleva, para alcanzar la transformación y al aprendizaje mutuo.