Ángela Iglesias junto con Antonio Merchán, activista y vecino de Orcasur

«DE CÓMO ME HILA LA RUECA: ANVERSO O REVERSO, QUE SEA EN VERSO «

Ángela Iglesias es profesional de La Rueca Asociación, dinamizadora comunitaria del Servicio de Convivencia en Barrios y, por qué no decirlo, también poeta. Las líneas que siguen cuentan de su puño y letra su historia personal, la que le hizo vivir, evolucionar y llegar hasta nuestra entidad. En la imagen no ha dudado en posar con Antonio Merchán, que ella misma define como, «un mítico de Orcasur, activista vecinal de referencia, luchador histórico». Esta es, probablemente, una de sus fotos preferidas de su día a día en el trabajo.

Sin más dilación, le damos la palabra a Ángela. Gracias, compañera, por estos versos tan enriquecedores titulados «De cómo me hila La Rueca: anverso o reverso, que sea en verso».

 

Abstraerse hasta detener el tiempo, entre espacios,

para recorrer, hito a hito, mi propia historia,

las inquietudes todas, el devenir por las letras,

los recorridos por el método científico, una carrera

y otra, la pasión sempiterna por la biodiversidad,

el campo como el ungüento con el que sanarse una

y el mundo, el ave que vuela, el grillo que estridula,

el ahora nada el pez o salta la rana, la educación

como herramienta para el cuidado, la tierra expoliada,

como las fuentes – de información, de inspiración, de agua-

verificables las cifras de desempleo, las vidas quebradas,

como la mía. Remuneradas algunas. Sistema fractal

que muestra los mismos patrones a distintas escalas,

lo mismo de norte a sur que de centro a periferia,

que de ego a procomún, acostumbrada casi, humana,

como el resto de seres, a la hipocresía ahogada

en sí misma, a las corruptelas de cumbre y de base,

al codazo que amorata personas y necrosa el tejido social,

el bienestar como enemigo del mejor estar,que decía Sampedro.

De los congresos internacionales y las publicaciones,

desterrada a la docencia ocasional, estadísticamente, a la pobreza,

abusada por hombres y mujeres bajo el dictado patriarcal,

refugiada de vuelta en el techo familiar, explorando los límites

de la autonomía, traicionada, l’Alba, quimérica sororidad,

-cuida tu nido- me aconsejaba, mientras mis ramitas robaba.

Y así somos, soberbia humildad, así, transitando, con carga,

por la educación permanente, competencias sólo conmigo misma,

constructiva en (casi) todas las críticas, propias y ajenas,

interdisciplinaria de mí, pobre ilusa, que me depredan.

Reinventarme, una vez y otra, de lo concreto a lo abstracto

y al revés, ¿de qué sirven los fondos sin rentabilidad social?.

Me preguntaba si era yo el problema, yo la solución

– sin encontrarla-. Mucho trabajo para la búsqueda de empleo,

instrumento al servicio de utilitaristas, parásitos

de creatividad, deambular por el conocimiento,

omitiendo en el curriculum capacidades para no saturar,  

con necesidad de integrar,

de comer, de llorar, de reír,

de enfocar y aplicar mi competencia

integral.

Agradecida aún,

hasta la práctica de la dinamización comunitaria llegar,

naturalmente.

La Rueca que hila, universo que guarda, gentes

que escuchan, que miran, que hablan (mientras sonríen)

que tienden la mano, que hallan, y así fui yo rescatada,

y puesta en valor, talentosa de mí, y de ti, y de nosotras,

qué rico volver al trabajo en equipo, qué preciosa

diversidad, cuánto aprendizaje colaborativo, qué lindo

escenario para la mejora continua, mi nuevo espacio

para integrar lo más posible todas las naturalezas,

también la humana, porque cierto que sólo sintiendo

la grandeza del colectivo se puede trascender

toda la miseria individualista, toda la tristeza

que arrastra el mundo, que cuenta la historia;

sólo trabajando desde la base se llega al meollo

de todos los conflictos, también los ambientales

– la desarmonización natural-, en última instancia, reflejo

de nuestra relación con el mundo, que cae, balance de satisfactores

y necesidades, indicador del descontento o de la alegría comunitaria.

Que igual pueda dar acompañar a una oruga que a una niña,

a una mariposa que a un adulto, igual amo la metamorfosis

y preciso ser un agente de cambio, por eso y porque serlo

me aporta sentido, me permite no trabajar aislada

en la frontera de la marginalidad, burlada en la esfera

pública, ser sujeto y objeto de reinserción, ser usuaria,

y trabajadora de la entidad, tabla de salvación

cuando me ahogaba,  la entidad

abrazó mis ganas de trabajar, a pesar de que todas

sepamos que, a veces, el trabajo (tripalium) es tortura,

día a día.

Almas que sonríen son mis compañeras, construir juntas

es tanto y tan grande, una reunión de equipo es tan amable

contexto, volar junto a ellas. Bienvenidas todas

las crisis si nos ayudan a crecer, a reinventarnos

y a saber que nos reponemos porque queremos

y también porque nos quieren. Bienvenidas las crisis

si nos ayudan a crecer, a reinventar las maneras de dar gracias,

porque queremos y porque nos quieren.

Resiliencia para no perder la esencia, para que el sistema no altere

la misión, la visión- de una, de todas, de La Rueca, hiladora de historias,

contadora de cuentos, tejedora de prendas que te abrigan-

reformar las formas en que logramos alcanzar el objetivo,

el impacto social, las sinergias necesarias para evolucionar,

para escribir el correlato conjunto del desarrollo sostenible,

a escala humana, desde la acción práctica,  la mirada teórica,

participar los procesos, corresponsabilizarse de los territorios,

sabiendo que el  barrio es el mundo y que mundo, barrio somos,

perdidas sin mapa social, extraviadas sin cooperar, personas únicas,

gentes actualizando economías, gestionando incoherencias,

con un único horizonte común, borroso, verdinegro,

como un lagarto al sol, como una lechuga que se riza,

un único futuro que aún pueda ser hermoso, será si es que es.